En un contexto social como en el que ahora nos encontramos
inmersos, y en el que la singularidad está castigada con el olvido y donde las
grandes marcas y la estandarización se imponen al infinito valor de la
sencillez, pequeñas e intimistas producciones como las del compositor jerezano
Germán Álvarez Beigbeder (Jerez de la Frontera -Cádiz-, 15-XII-1882 /
11-X-1968) materializan un pequeño reservorio, en el que el valor de lo
bellamente «provinciano», dota de un ADN propio a territorios, que de no poseer
tal recurso, no podrían proyectar perspectiva de universalidad alguna.
La figura del compositor que hoy protagoniza el programa que
hoy podemos disfrutar, forma parte del imaginario de una ciudad que sucumbe a
la ausencia de una identidad ya perdida.
No obstante, entidades como la Banda Sinfónica Municipal de
Sevilla no cejan en el empeño de otorgar luz a músicas injusta e
injustificablemente encerradas en nuestra propia memoria, y hoy se esmera en
ofrecernos un programa monográfico a través de un recorrido que aporta nuevas
perspectivas y que sintetiza la identidad del compositor jerezano. Esta
propuesta toma cierta fuerza al conmemorarse durante este año 2018 el
cincuentenario del fallecimiento del Músico.
Germán Álvarez Beigbeder es el compositor que crea un sonido
propio para este paisaje sureño -y a veces casi romántico- de tierras
albarizas, salpicadas de pinares y eucaliptos, en una expresión superior a
cualquier otra de las que se han materializado en Jerez de la Frontera, por la
condensación de lenguajes tan única y perfeccionada que su personalidad y obra
han generado.
Su catálogo compositivo abarca un amplio volumen de obras de
cámara, un extenso grueso de obras sinfónicas para orquesta y banda, diversas
obras de finalidad militar y cívica - escritas como respuesta a su condición
profesional como músico militar primero y civil más tarde- y un interesante
corpus de obras religiosas de amplio espectro formal, muy en consonancia con la
intensa espiritualidad que el compositor cultivaba con empeño a través de la
Música.
La propuesta que ahora se presenta da inicio con un pequeño
aperitivo que por inédito abre este concierto de manera excepcional. Nos
referimos a la obra «Suspiros de Andalucía», cuya recuperación histórica se
ofrece hoy en una reconstrucción realizada -por quien suscribe estas líneas- a
través de un manuscrito de la obra en puño y letra del propio compositor. Fue
escrita en El Ferrol (La Coruña) en 1917 durante su estancia como Músico Mayor
de Infantería de Marina en la Academia de la citada población. Está dedicada a
José (Pepe) Cervera, almirante de Marina, con el que el compositor fraguó
posiblemente una amistad perfumada de añoranza por la tierra andaluza, tal y
como nos podría indicar el título.
Es una obra de factura sencilla, pero con cierta riqueza
temática y con un dominio organólogico destacable, si consideramos además lo
complejo de instrumentar obras para formaciones bandísticas de reducidas
dimensiones como las que podría dirigir el Maestro en esta etapa.
Y de Andalucía… a Italia. En 1903 compone la «Tarantela».
Este pequeño entremés musical muestra de una de las características principales
en la producción beigbederiana, y nos referimos con ello al gusto por elementos
musicales centroeuropeos, de origen popular (podemos añadir en su catálogo
distintas formas como polkas, mazurcas o valses) que encuentran síntesis con la
más honda expresión folclórica de la baja Andalucía. De ello también la
cristalización de la influencia de compositores románticos, a los que estudia
con profundidad y cuyas conclusiones afloran en la música del compositor
jerezano. También del empeño que presenta al acercar música de interés al
público a través de la principal herramienta que en su cometido profesional
poseía para ello: la banda.
De ello la transcripción que de la Obertura «La Gazza
Ladra», escrita en 1817 por el compositor Gioachino Rossini (1792-1868) realiza
en 1955 y que también podremos disfrutar en el concierto de hoy.
Esta obra, publicada por la Revista Musical «Harmonía»,
constituye una prueba irrefutable de sus privilegiadas dotes como orquestador.
Y nuevamente «don Germán» (como siempre fue conocido en
Jerez de la Frontera, su ciudad) nos posibilita un viaje instantáneo a otro
punto del globo terráqueo.
«Rapsodia Africana», fue escrita en 1913, durante su primera
etapa militar como Músico Mayor en Marruecos. Forma, junto a «La Última Danza»,
un díptico bajo el título de «Escenas Orientales». Una vez más, el compositor
recurre a la fuente popular para generar una obra de excelente factura formal,
tímbrica, melódica y rítmico-armónica. En la portada del manuscrito podemos
leer el siguiente texto: «sobre temas populares escuchados en Alcazarquivir».
Y este viaje que en el que el compositor ha sido nuestro
particular guía de viaje, encuentra de forma cíclica su retorno a nuestra
tierra, con géneros tan propios como las populares sevillanas o la marcha
procesional.
También a 1913, según reza en el propio manuscrito,
pertenece «Sevillanas y Soleares», obra que articulada en dos movimientos y a
través del subtítulo «Danzas andaluzas», deja bien claras las intenciones
estéticas del compositor, en una obra que resalta por la paleta tímbrica
empleada, especialmente luminosa en comparación con lo habitual en la
producción sinfónica del compositor.
«Cristo del Cachorro» (1956) constituye uno de los más
inspirados ejemplos de la música procesional escrita por el Maestro. Dedicada
al titular cristífero de la hermandad sevillana de título homónimo, según
consta en el manuscrito del compositor depositado en las dependencias de dicha
Hermandad, resulta posible atribuir la hechura de la obra con anterioridad al
fechado de la misma. El compositor hace gala de una capacidad de procesamiento
genial en el empleo de la forma marcha, en todo un despliegue de cromosomas
temáticos, procesamientos fugados y procedimientos compositivos expuestos en
toda su virtualidad, en la que la técnica contribuye de forma decisiva a un
sublime resultado.
El concierto de hoy finaliza con la exquisita armonización
que del «Himno Nacional Español, para Alabanzas al Señor» realiza el compositor
en el año 1966, tal y como se recoge en el manuscrito. Instrumentado por
Antonio Domínguez, en la versión que hoy se interpretará, es de nuevo, un
fantástico ejemplo del dominio que sobre la armonía tiene el compositor que
recordemos, años atrás llegó a aspirar con solvencia a una plaza como profesor
de dicha especialidad en el Real Conservatorio Superior de Madrid.
Asistimos por tanto hoy a una propuesta interesantísima y
que viene a poner en valor la obra de un compositor que posiblemente renunció a
una gran proyección en pro de desarrollar su labor en la tierra que le vio
nacer, como afirmara el Premio Nacional de Literatura y crítico flamenco Manuel
Ríos en 1972 en unas notas para un LP publicado sobre el compositor:
«[…], se reafirma totalmente con la generación
específicamente genial que encabezan Manuel de Falla (1876-1946) y Joaquín
Turina (1882-1949), y en la que Germán Á. Beigbeder merece un lugar
destacadísimo, sin lugar a dudas, puesto que su nombre y su obra está
estrechamente vinculados a la que se ha dado en llamar la Música Universal de
España».
Fuente de la informacion: http://bandasinfonicamunicipaldesevilla.blogspot.com/2018/
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